Aquí aprenderás que es la salud holística, porque decidir vivirla y cómo hacerlo
Mimulo Compuesto
Miedo. Mezcla de esencias florales diseñada para ayudar a las personas...
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Un día, mientras caminaba, Aura empezó a sentir un dolor punzante en el glúteo que bajaba por toda la pierna. Le tocó parar y bajar al suelo la bolsa del supermercado. Se asustó cuando se dió cuenta que no sentía los dedos de los pies. Luego empezó a sentir una especie de hormigueo, como si se le hubiera dormido la pierna.
Le tomó un buen rato poder volver a tomar la bolsa y empezar a caminar. Al llegar a casa se acostó en el suelo de la sala e intentó poner en práctica lo que había aprendido en sus clases de yoga, pero el dolor no parecía ceder con nada. Aún más nerviosa buscó en internet y encontró que podía tratarse de algo llamado “ciática”. Para comprobarlo, un artículo recomendaba acostarse en el suelo y levantar la pierna despacio dejando la otra en el suelo. Lo hizo y el dolor se incrementó hasta hacerla llorar. Ahora ya sabía cómo se llamaba, pero todavía no entendía bien de qué se trataba.
Leyó que el nervio ciático es el más largo y ancho del cuerpo. Que sale de la zona baja de la espalda, pasa por el glúteo y el muslo y se termina un poco debajo de la rodilla donde se divide en varios nervios más pequeños que llegan hasta el pie.
Encontró que el dolor se debía a que el nervio podía estar inflamado, comprimido o lesionado debido a una hernia de disco (cuando el cojín que separa las vértebras se sale de su envoltura), por el crecimiento de hueso excesivo en las vértebras, un estrechamiento de los espacios dentro de la columna vertebral o un deslizamiento de una vértebra. En conclusión —pensó Aura— había algo mal en su columna.
Para ese momento, su nivel de ansiedad era tan alto como el dolor que sentía. No solamente le había tocado suspender casi todas sus actividades cotidianas, sino que ahora no podía parar de pensar en que tenía un problema en su espalda. Estuvo acostada en su cama durante varios días —lamentándose— hasta que se animó a ir a un médico. Este intentó tranquilizarla diciéndole que en la gran mayoría de los casos no había una lesión grave en la columna y el dolor se iba por sí solo luego de un par de semanas. En su caso el dolor no disminuyó, con el tiempo así que le mandaron a hacer varios rayos X y una resonancia magnética.
Cansada de tomar analgésicos, asistió a varias sesiones de fisioterapia. También hizo acupuntura y fue a un quiropráctico. Estas terapias fueron útiles para ayudarle a reducir el dolor durante un tiempo. Pero luego, sin razón aparente, regresaba de nuevo. Su vida empezó a girar en torno al dolor. No paraba de pensar en cómo hacer para que le doliera menos. Dejó de ir a las clases de yoga e intentaba moverse lo menos posible. Se empezó a sentir cada vez más triste y el dolor se volvió aún más persistente y agudo.
Un día, una amiga, le recomendó el libro “La enfermedad como camino” en el que se dió cuenta que su ciática, podía tener un mensaje de algo más profundo que estuviera sucediendo. Decidió iniciar un camino de descubrimiento que le permitió cambiar la relación con su enfermedad.
Estos son algunos de sus aprendizajes que ha decidido compartir con nosotros:
Muchas veces la ciática es una forma del cuerpo de pedir a gritos que necesita hacer pausas, descansar y detenerse. Escucha lo que el cuerpo necesita pero no dejes de moverte. Está comprobado que quedarse acostado lo único que hace es debilitar los músculos y hacer que el cuerpo no pueda rehabilitarse, por lo que lo más recomendable es intentar moverse cada día un poco más que el anterior, hasta poder restablecer de nuevo el movimiento.
También hay algunas posiciones que pueden prevenir que el dolor aparezca de nuevo.
Cuando vuelva a aparecer el dolor, aprende a manejarlo.
Aunque parezca extraño lo que uno come también puede afectar la intensidad y la cantidad del dolor que se siente. Esto ocurre porque hay alimentos que pueden ayudar a reducir la inflamación y hay otros que la incrementan. Las grasas saturadas, como las de las frituras, la carne roja y las comidas muy procesadas aumentan la inflamación.
Por otra parte, alimentos como el tomate (especialmente si se cocina con aceite de oliva) disminuyen la inflamación y el dolor al liberar una sustancia llamada licopeno [3]. Las bayas (fresas, arándanos, cerezas, moras y frambuesas) tienen antocianinas, un excelente antioxidante con mejor actividad antiinflamatoria que la aspirina [4]. Los pistachos, maní y nueces tienen compuestos como el resveratrol que reducen la inflamación e inhiben la acumulación de toxinas nocivas para los nervios. Las naranjas y los pomelos tienen naringenina que mejora el dolor causado por el nervio ciático al inhibir los radicales libres y mejorar el daño celular producto del estrés oxidativo [5]. El té verde, y la moringa son dos super-alimentos con propiedades anti-inflamatorias.
Aura empezó a darse cuenta de que su dolor iba más allá de un problema de músculos y huesos. Empezó a escribir en un diario cuando aparecía el dolor y notó que siempre coincidía cuando había situaciones que le afectaba emocionalmente.
Descubrió que hay una correlación entre los dolores lumbares crónicos (como la ciática) y un inadecuado procesamiento de las emociones. La ansiedad y la depresión, por ejemplo, reducen la tolerancia al dolor. Algunas respuestas fisiológicas al estrés aumentan la tensión muscular, estrechan los vasos sanguíneos, aumentan la liberación de sustancias que producen dolor y disminuyen el riego sanguíneo a los tejidos (isquemia). Ciertas posturas físicas características de problemas emocionales, pueden explicar el inicio de los dolores lumbares. Por ejemplo, durante la ira o la ansiedad se tensionan los músculos de la espalda baja para prepararse para la huida o lucha. Quienes sufren de depresión tienen dificultades para “levantar cabeza” y pueden lesionarse la zona inferior de la espalda en su lucha por estar erguidos [6].
Para disminuir el estrés, Aura probó la relajación progresiva. Esta consiste en enfocarse en un grupo de músculos durante un tiempo (o una parte del cuerpo). Debes primero relajarlos conscientemente, luego tensionarlos durante un tiempo muy corto y luego relajarlos totalmente. Después puedes pasar al siguiente grupo de músculos u otra parte del cuerpo. También probó los masajes. Al parecer el simple contacto piel-piel activa una región del cerebro que ayuda a disminuir el dolor. Hacerse un masaje con aceite esencial de Nardo ayuda a tratar el estrés, la ansiedad y la depresión. Finalmente, alguien le aconsejó probar la meditación “mindfulness” con la que aprendió a poner total atención en las emociones, con la respiración y con las sensaciones de su cuerpo [7].
Internándose aún más en este terreno, se dió cuenta que el primer episodio de ciática había ocurrido unos meses después de perder a su padre. Decidió trabajar sus emociones acudiendo a un terapeuta quien le recetó medicamentos homeopáticos y esencias florales. Para la depresión se recomienda tomar esencia floral de Mostaza, para la ansiedad, Lavanda Compuesto, para la ira Dragon Compuesto y para el duelo Yerbasanta Compuesto.
Con todo este proceso, luego de un buen tiempo, los dolores de ciática fueron volviéndose menos frecuentes. Aún así, hay días donde vuelven a aparecer, por haber hecho un mal movimiento o por estar en una situación estresante. Lo importante —dice Aura— es soltar el rechazo o el miedo al dolor y aprender a aceptarlo, sabiendo que tienes en tus manos todas las herramientas para gestionarlo.
[2]. http://meditic.facmed.unam.mx/wp-content/uploads/2020/05/ejercicios_de_williams.pdf
[4]. https://sci-hub.se/10.1097/00002508-200401000-00005
[5]. https://www.mdpi.com/2223-7747/9/12/1784/htm
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